De los cuatro grandes valles que surcan el macizo del Monte Perdido, el de Añisclo es, sin duda alguna, el más bravío y agreste de todos y también el que mayor riqueza botánica esconde. Comenzamos la ruta donde empieza el cañón de Añisclo, en el puente San Urbez (980 m.), con la ermita dedicada al santo del mismo nombre situada al lado.
Sin posibilidad de perdida, el camino penetra por la orilla oriental del río Vellos, recorre el fondo del cañón y es ancho y bien trazado. El tramo inicial, dejando la ermita a nuestra derecha, está dominado por dos grandes farallones, las Sestrales a nuestra derecha y el Mondoto a la izquierda. La pista se convierte en senda y cruza dos tramos provistos de vallas quitamiedos, alcanza el mirador de Selva Plana y llega al paraje de la Ripareta, donde el cañón se ensancha un poco, en la confluencia con el barranco de la Pardina.
El sendero vuelve a subir para transitar por una zona con hayas y más adelante, en suave bajada, retoma el cauce del río, junto al barranco de la Capradiza. Después de cruzar el río Vellos por una pasarela, el sendero vuelve a ganar altura, se cruza con el camino procedente del refugio de San Vicenda y vuelve al cauce, donde aparecerán las marcas del GR11; aquí cogeremos el camino de la izquierda que conduce a Goriz, el de la derecha nos llevaría al collado de Añisclo. Siguiendo las marcas del GR, en media hora de subida, aproximadamente, llegaremos hasta el nacimiento de la Fon Blanca (1800 m.). El regreso lo haremos por el mismo camino.
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